mayo 2015


En un anterior artículo, Reinvindicando el Isetta, comentaba las ventajas que veía en el diseño del viejo Isetta, ese vehículo extraño cuya única puerta se abría hacia adelante.  Debiera haber acompañado ese artículo de algunas imágenes para clarificar las ventajas del vehículo de base triangular.

Aquí vemos un esquema del vehículo visto desde arriba, con sus tres ruedas.  La parte delantera del vehículo está hacia abajo, la rueda solitaria es la de atrás.

Vista esquemática en planta del vehículo.

Vista esquemática en planta del vehículo.

Cuando este vehículo gira, con solo orientar su rueda trasera puede pivotar sobre cualquiera de sus ruedas delanteras, ocupando muy poco espacio:

El Isetta girando sobre su rueda delantera derecha.

El Isetta girando sobre su rueda delantera derecha.

En celeste se puede ver el círculo que barrería en el caso de hacer un giro completo.  La rueda trasera habría de ponerse en la posición marcada en rojo, unos 60 grados respecto de su posición normal de avance y el vehículo pivotaría sobre la rueda delantera, en el centro del círculo.

Un vehículo cuadrado del mismo ancho y profundidad ocuparía algo más, como lo muestra esta imagen:

En azul, un vehículo de planta cuadrada y el espacio que ocupa al girar.

En azul, un vehículo de planta cuadrada y el espacio que ocupa al girar.

En este caso, el cuadrado azul representa al vehículo cuadrado, sobrepuesto sobre el vehículo triangular, en negro.  Las ruedas delanteras de ambos coinciden.  En verde, vemos el círculo que barre el vehículo cuadrado; en celeste, para comparar, lo que barre el vehículo triangular.  Para un vehículo verdaderamente cuadrado, el círculo verde sería un 41% mayor que el círculo celeste.  Además, para lograr ese giro, las ruedas, en magenta, deberían llegar a ángulos bastante extremos.   Como se puede ver, la rueda trasera derecha (arriba a la izquierda en la imagen) debe girar 90 grados, la otra, 45º.  En total, las ruedas magenta deberían tener un giro de 90º + 45º => 135 grados contra 60º + 60º => 120 grados de la rueda roja que, además, permanece siempre dentro de la carrocería.

Finalmente, comenté que  también al aparcar en batería ocuparían menos lugar.

Aparcando a 45º

Aparcando a 45º

Aquí, nuevamente, podemos ver que la línea verde que marca el extremo expuesto de los vehículos cuadrados, en trazo azul, va mucho más allá de la línea celeste para los vehículos triangulares coloreados en negro.    En realidad, los vehículos triangulares podrían estar aún más pegados entre sí que los cuadrados, pero no he querido darles tanta ventaja

Aparcar de frente a la acera es mucho más simple con un vehículo triangular:

Secuencia de un coche aparcando junto a otro.

Secuencia de un coche aparcando junto a otro.

En gris he dibujado varias sucesivas posiciones de un vehículo al aparcar contiguo a otro.  Como se ve, es muy fácil para el vehículo entrante contornear el lateral del ya aparcado, sin necesidad de hacer una maniobra brusca.  Previamente he dicho que la rueda trasera en el vehículo triangular necesitaría orientarse 60º a uno y otro lado para poder maniobrar en un lugar estrecho.  En realidad, tal capacidad de maniobra no es necesaria, en el caso que muestra la imagen, la rueda trasera ha girado apenas 25 grados.  No aburriré a nadie mostrando una imagen equivalente para un vehículo cuadrado pues todo conductor experimenta la dificultad de entrar en una plaza de parking, sería como meter el dedo en la llaga.

Parte de la razón para todo este ahorro de espacio es que para el mismo ancho y largo, el vehículo triangular ocupa menos superficie pues no abarca a las esquinas posteriores.  Sin embargo, este espacio perdido no tiene mayor utilidad para un vehículo urbano para una o dos personas que como equipaje probablemente nunca lleve más que un maletín y un bolso con ropa deportiva para ir al gimnasio al salir de la oficina.  Podría agregar un gráfico mostrando los dos tipos de vehículos pero esta vez con la misma superficie, en cuyo caso el vehículo triangular aún sigue manteniendo ventaja, aunque menor.  De todas maneras, el factor determinante es el ancho del asiento para sus pasajeros lo cual marca el ancho total del vehículo, y no la superficie que ocuparan.

El vehículo triangular no pierde capacidad de frenado pues la mayor parte del esfuerzo recae en las ruedas delanteras, que son las mismas para ambos.  Tampoco pierde estabilidad en las curvas donde el peso se carga mayormente en la rueda delantera del lado exterior que, nuevamente, están en la misma posición para uno y otro vehículo.

El eventual cambio de nuestros automóviles actuales a vehículos autónomos de alquiler traerá grandes cambios a toda la economía.  No sólo la industria automotriz, sus proveedores y cadenas de distribución y venta se verán afectados, también las aseguradoras, las petroleras, empresas de construcción y mantenimiento de infraestructuras viales, las empresas de publicidad y un increíblemente largo etcétera.  Las ciudades ganarán miles de hectáreas de espacio público, las aceras se ensancharán abarcando los carriles de parking, el número de carriles de circulación se reducirá pues el tráfico de vehículos autónomos, al ser más ordenado, reducirá la necesidad de disponer de un colchón de espacio para acomodar los diversos estilos de conducción de innumerables motoristas.  Al mismo tiempo, perderán los ingresos por matriculación de vehículos que, seguramente, no compensarán con el alquiler de los vehículos autónomos cuyas tarifas mantendrán bajas para ganar votos.

Lo que hasta ahora no sabía cómo se habría de ‘reciclar’ en una futura ciudad con vehículos autónomos eran los parkings subterráneos.  Además de los grandes parkings públicos bajo las avenidas y parques de las ciudades, hace décadas que la mayoría de las ciudades adoptaron la norma de obligar que todo edificio que se construya deba contar con suficiente espacio para aparcar todos o parte de los vehículos de sus ocupantes.

Ese espacio de parking es muy difícil de reutilizar.  Raramente cumple las normas básicas de habitabilidad, son bajos, carentes de iluminación y ventilación.   La escasa altura de sus plantas y abundancia de columnas limita gravemente la posibilidad de instalar fábricas o depósitos por muy automatizados que estén.

Una posible y aparentemente absurda solución, sin embargo, es la agricultura.

Ya se están explotando comercialmente en el Reino Unido, Holanda y Japón granjas aeropónicas de alto rendimiento. En ellas se cultivan diversos tipos de plantas en bandejas, sin tierra, con las plantas sostenidas en una malla de material sintético que permite que las raíces que cuelgan por debajo de esta red sean rociadas con nutrientes mezclados con agua mientras que las hojas verdes reciban iluminación de LEDs de alto rendimiento, en la gama del espectro que más les favorece.

Estas técnicas de cultivo no son nuevas aunque, no faltando tierra que cultivar, nunca hubo real necesidad de usarlas.  Por otra parte, la necesidad de proveer iluminación artificial en todo momento las hacía muy caras.  Las nuevas luces LED cambian este factor de la ecuación.  El LED azul, por el que sus inventores ganaron el Premio Nobel en 2014 completan la gama de colores del espectro, permitiendo dar a las plantas el tinte entre azul y rosa que más les favorece, con bajo consumo de energía y escasa generación de calor.

 

La perspectiva de alimentarse de lo que algunos llamarán plantas de laboratorio les parecerá repelente a muchos que muy posiblemente desconocen cuán de laboratorio son los alimentos que consumimos a diario que, además, deben ser tratados con herbicidas y pesticidas varios para mantener a raya al resto de la naturaleza, algo que los cultivos aeropónicos no necesitan.  Estos últimos también ahorran en transporte, pues son cultivados todo el año, llueva o truene, a la vuelta de la esquina.  De todas maneras, la existencia de cultivos aeropónicos en las ciudades no excluye los cultivos normales en los campos, cada uno tendrá su clientela, dudo que alguien pregunte de dónde proviene la lechuga o el tomate de su Big Mac.

Imaginemos, el oficinista en pleno centro de una gran urbe cualquiera saliendo a comer al mediodía.  Su ensalada podrá haber sido cosechada poco antes del mediodía en el vivero en el segundo sótano del antiguo parking público bajo la avenida  (El primer sótano puede que se siga utilizando como parking para la reserva de vehículos autónomos necesarios para atender el tráfico de la hora pico).   Especialmente en las altas latitudes donde en invierno es imposible cultivar nada fresco, comer una ensalada recién cosechada en lugar de una transportada en contenedor refrigerado a lo largo de miles de kilómetros, cosechada aún verde para que madure durante el viaje y, posiblemente, puesta a punto de consumo mediante algún tratamiento artificial, ha de ser una gran ventaja.

Esa misma noche, de vuelta a su casa transportada en un vehículo autónomo, podrá chequear vía teléfono inteligente el ordenador de su pequeño huerto para planear su cena.  Al llegar a su edificio pasará primero por lo que solía ser el parking de la comunidad y allí, de su huerto particular instalado en lo que era su plaza de parking, podrá retirar lo que más le apetezca para esa noche.  Fresco, recién cosechado, en su punto justo de maduración.  Quizás hasta se haya atrevido a jugar un poco y las nervaduras de sus lechugas sean naranja gracias al caroteno añadido al agua de riego.  O puede que el verde de las hojas sea algo peculiar por el ajuste en el color de la iluminación.

El cultivo urbano no sólo disminuye el consumo de energía en transporte.  Las plantas están acostumbradas a periodos de oscuridad, en otras palabras, a la noche.  La energía eléctrica varía en costo durante el día, en las horas pico la electricidad es más cara.  Las luces de los viveros se pueden apagar o atenuar durante las horas de escasa disponibilidad de electricidad, ayudando así a mantener el consumo estable en la red eléctrica.  De mantenerse la iluminación constante, el ciclo de crecimiento de las plantas se acortaría enormemente.  Si se apagaran las luces durante ciertos periodos del día, este ciclo se alargaría, reduciendo la productividad.  Seguramente, habrá un punto óptimo.

No faltan imágenes de rascacielos verdes, qué curioso que lo más probable es que el verde, en realidad, termine creciendo bajo tierra.