¿Cómo serán las ciudades cuando los coches se conduzcan solos, cuando sean ‘autos’ no sólo porque se muevan por su propia fuerza sino que también se guíen de forma autónoma?  ¿Cuándo serán realmente automóviles?Cuando lo comenté con unos amigos, me dijeron que no se lo podían imaginar.  ¿Acaso podemos nosotros imaginarnos las ciudades sin automóviles? ¿Verdad que no?  Sin embargo, recordemos que el Ford Modelo T es de 1908 y fue con este modelo que las calles cambiaron de aspecto, se fabricaron tantos en todo el mundo que recién en los 80 el escarabajo de VolksWagen logró superarlo en ventas.   Fue allí cuando las calles comenzaron a llenarse de coches, y eso ocurrió hace apenas un siglo.  ¿Podemos imaginarlo? Pues no es de suponer que podamos imaginar de acá a un siglo cómo serán nuestras calles.  Pero podemos intentarlo.

Es de suponer que en el futuro sea ilegal conducir un vehículo, salvo en circuitos de carrera, maquinaria de construcción o vehículos de emergencia.   Los conductores de estos vehículos serán tan pocos como ahora lo son los pilotos de aerolíneas y tendrán una calificación igualmente exigente.  Los únicos vehículos motorizados para la gente corriente serán las bicicletas asistidas con algún motor eléctrico y las sillas motorizadas para discapacitados.

El resto de nosotros nos moveremos en vehículos realmente automóviles, no sólo autopropulsados sino totalmente autónomos.  ¿Cómo será ese vehículo?  En realidad, no habrá unos solo.  Seguirá habiendo todo tipo de trenes, subterráneos, de corta, media y larga distancia, posiblemente haya buses pero sólo los más grandes, los articulados de varios cuerpos, que se comportarán como los tranvías modernos, con rutas fijas y seguramente segregadas. Todos estos tendrán algo en común, ninguno de ellos tendrá conductor.  Muchas líneas de trenes subterráneos ya funcionan así, sin conductores.

Pues una cosa ha de quedar en claro, no nos mudaremos a vivir a nuevas metrópolis como Masdar o alguna utopía futurista. Seguiremos viviendo en las ciudades actuales que ya tienen una buena infraestructura de transporte, simplemente la adaptaremos, la iremos integrando dentro de la ciudad y la ciudad a esta. La Casa Millá, en Barcelona, más conocida como La Pedrera, terminada en 1910 fue el primer edificio en España y posiblemente en Europa, en tener cocheras para automóviles en el subsuelo.  Así, la ciudad se fue adaptando, primero las casas para ricos, que eran los únicos que tenían automóviles en esa época. En ese entonces, los coches no eran muy frecuentes, pero la Casa Millá estaba destinada a gente adinerada que, entonces, eran los únicos que tenían automóviles, como aquellos que fabricaba la Hispano-Suiza, una empresa nacida en la misma Barcelona en 1904.  Actualmente no se puede construir un edificio en un lote por encima de un determinado tamaño que no provea espacio para coches.  Así pues, seguiremos utilizando y amortizando la mayor parte de los túneles y ramales ferroviarios con vehículos no muy distintos de los actuales, salvo que no tendrán conductor.

La gran diferencia estará en los automóviles personales. Estos desaparecerán.  El diseño más probable para su reemplazo será un vehículo de 4 ruedas, con asientos enfrentados mirando a un pasillo central, como los usados actualmente en el aeropuerto de Heathrow, Londres llamados ULTra. Estos son coloquialmente conocidos como ‘pods’ (vaina en inglés) que será como los denominaré en adelante. Seguramente habrá diversos estilos de interiores o serán adaptables para llevar más pasajeros o equipaje. La mayoría serán municipales o de empresas concesionarias, aunque también podrá haber unidades particulares en tanto puedan integrarse dentro del sistema.

Los vehículos estarán disponibles para ser usados por cualquiera que lo solicite para llevarle a donde quiera. su uso será cargado automáticamente a la cuenta del solicitante.  En esto, el teléfono móvil tendrá mucho que ver.  Cuando necesitemos desplazarnos a otro lugar, le pediremos a nuestro móvil que nos planifique la ruta.  Tendremos en memoria guardadas nuestras direcciones habituales, nuestra casa, la de nuestros amigos y familiares, el club, la oficina, etc., para seleccionarlas rápidamente, otras direcciones las tendremos que escribir.  El móvil nos indicará las posibles rutas, el tiempo estimado de viaje y sus costo.   Nosotros elegiremos cuál tomar.

Puede que una ruta sea caminando, otra sea parte caminando parte en bicicleta de alquiler, asistida eléctricamente o no. La bicicleta eléctrica tendrá un pequeño cargo, el resto no.  Otras alternativas incluirán viajar en transporte público, caminando desde y hasta las estaciones o alguna combinación de transporte público y ‘pods’.  Finalmente, la opción más cara es la de usar un ‘pod’.  Si me he extendido en enumerar las alternativas de transporte que, por lo demás, nos son bastante familiares, es porque todas ellas seguirán siendo válidas, la ciudad no se recreará súbitamente en una nube de humo escarlata como por arte de magia, se irá adaptando paulatinamente y seguiremos reteniendo lo que actualmente funciona.

Imaginemos que optamos por tomar un ‘pod’, el móvil nos indicará dónde podremos abordarlo.  El grueso del espacio en las calles se destinará al tránsito peatonal o de bicicletas por lo que los ‘pods’ no podrán detenerse en cualquier lugar, sólo se los podrá abordar en lugares destinados al efecto, usualmente los cruces de calles donde las ochavas o chaflanes de los edificios dejan más lugar.  Al pedir el servicio, indicaremos cuántos pasajeros seremos y, si no ocupáramos todas las plazas, nos preguntará si aceptamos compartirlo, lo cuál nos dará un descuento fijo, independientemente de que el sistema finalmente pueda lograr ocupar esas plazas o no.  Así pues, si aceptamos compartirlo, al abordarlo puede que ya haya pasajeros en él o que, a lo largo de la ruta, nos desviemos para recoger a alguien.

Ya fuera por el GPS incorporado en el móvil o por proximidad a la estación, el sistema sabrá cuándo llegamos al punto de abordaje pues en las horas punta no podrá disponer de vehículos libres para tener a la espera en cada punto de abordaje.  Nuestro móvil nos indicará el número del vehículo que nos ha designado y, si todo va bien, esa unidad estará esperándonos cuando lleguemos o llegará a la brevedad.   Al acercar el móvil al sensor al lado de la puerta, lo cual servirá para identificarnos, esta se abrirá y una vez sentados, el vehículo partirá.

Los ‘pods’ circularán mayormente en fila india a distancias muy cortas entre ellos.  Aunque su velocidad máxima sea menor que la de un coche actual, mantendrá esa velocidad en casi todo el recorrido.   Estos dos factores permitirán una densidad de vehículos muy grande y el sistema podrá mover grandes caudales de gente por menos espacio que el actualmente necesitan los coches.  En realidad, no es que ocupen menos espacio pero lo harán mejor.  Imaginemos que en una ciudad actual pusiéramos de pronto todos los semáforos en rojo, ¿qué encontraríamos (aparte de mucha gente alterada)? En cada intersección se habrían apilado los coches a todo lo ancho de la vía y, aún en hora pico, no llegarían hasta la mitad de la manzana.  Esto quiere decir que en realidad no estamos ocupando ni la mitad del espacio reservado para circular.   Al estar en movimiento, la situación empeora, los coches se dispersan pues deben mantener distancias de frenado entre coches y si un vehículo va más lento que el conjunto, se produce un huevo delante de él.

Los ‘pods’, por el contrario, circulan a una mínima distancia entre uno y otro, tanto en la dirección del movimiento como lateralmente.  Así, en dos carriles se puede concentrar la misma cantidad de vehículos que actualmente ponemos en 4 ó 5 carriles.   Dado que, además, no necesitaremos reservar espacio para estacionamiento de vehículos en las calles, se dispondrá de mucho más espacio para peatones y ciclistas.  De hecho, podríamos cerrar muchas calles al tránsito, permitiendo sólo el acceso a ‘pods’ para subida y bajada de pasajeros, y concentrar el tráfico en ciertas otras.

La reducción de la distancia de frenado puede parecer peligrosa pero, en realidad, no lo es.  La razón de ser de esta distancia es la relativa lentitud en nuestras reacciones.  Del momento en que detectamos que el vehículo de adelante está frenando a que efectivamente pisamos el freno pasan apenas décimas de segundo  y eso en el supuesto de que estemos totalmente concentrados en la conducción, cosa que no siempre es así.  El problema es que esas décimas, traducidas a distancias se convierten en varios metros.   Los ‘pods’ miden su tiempo de reacción en milésimas de segundo por lo que la distancia de frenado se reduce consecuentemente y no se distraen nunca.  Más aún, los ‘pods’ regularmente transmiten su posición y sus intenciones, si uno de ellos va a cambiar de carril, transmitirá su intención y los ‘pods’ en el carril contiguo le harán un hueco.  Si un ‘pod’ fuera a desacelerar para girar en una esquina, avisará a los que tiene detrás, de tal manera que todos desacelerarán a la vez.

El sistema en su conjunto regulará la velocidad en las distintas calles en función de los semáforos que, aunque los ‘pods’ no los necesiten, los peatones sí. El sistema ajustará los tiempos de los semáforos en función del tránsito por las distintas calles, dando más tiempo a aquellas que tengan mayor caudal, evitando así los atascos.  Los mismos ‘pods’ planificarán su ruta en función de la densidad de tránsito y la notificarán al sistema para que actualice el mapa de tránsito a futuro.   De esta forma, los demás ‘pods’ podrán planificar su ruta no en función de las condiciones actuales sino de aquellas estimadas en 5, 10 o más minutos en el futuro.

Nuestras ciudades serán muy diferentes de ahora a varias décadas. Quizás tardemos otro siglo en deshacer los efectos que el automóvil a producido en nuestras ciudades, pero el cambio habrá de ocurrir, el automóvil y toda la infraestructura que requiere, es insostenible.