Leyendo noticias de Uruguay estos días pasados, me apena ver que la valoración de José Mujica, su presidente, ha caído bastante pues ‘habla más de lo que hace’.  Este no es el caso del típico político que promete y no tiene la menor intención de cumplir sus promesas sino el de una persona desbordada en su capacidad de hacer.  Un problema de la mayoría de las constituciones americanas, que tienen una sola persona para ejercer los roles de Jefe de Estado y Jefe de Gobierno.

A mediados de los 90 estaba pasando unas semanas en Londres por trabajo cuando, en una de tantas charlas con mis anfitriones, les expresé mi curiosidad por la existencia de la monarquía. Eso me permitió aprender la diferencia entre un Jefe de Estado y un Jefe de Gobierno, en el caso del Reino Unido, la Reina Isabel II es la Jefa de Estado y el Primer Ministro el Jefe del Gobierno.  La charla no me convirtió a la causa monárquica, y no era esta la intención de mi interlocutor, pero al menos me permitió aprender para qué sirve.

En Europa es bastante frecuente que estas dos funciones sean ejercidas por distintas personas.  España tiene un Rey y un Presidente de Gobierno, que en la mayoría de las otras monarquías europeas se le llama Primer Ministro; Francia, Italia, Rusia y varios otros tienen Presidente y Primer Ministro o en el caso de Alemania Canciller.

Cada país establece distintas atribuciones a cada uno.  España, a consecuencia de una marcada fobia a la autoridad vitalicia como la hasta entonces ejercida por Franco, ha dado al Rey muy pocas responsabilidades.  En Francia, por el contrario, el Presidente y el Primer Ministro tienen  bastantes atribuciones y compiten en la atención pública según su personalidad.  Vladimir Putin es ahora Primer Ministro luego de ser Presidente y, en ambos casos, ha relegado a su complemento a un papel secundario.

Pero, vamos a lo que nos ocupa.  El Jefe de Gobierno es quien se ocupa del manejo cotidiano de la administración nacional, que es la encargada de cumplir y hacer cumplir las leyes y usualmente puede también  proponerlas.  Para ello es asistido por los ministros o secretarios que él mismo designa o propone. En la mayoría de las monarquías constitucionales, las atribuciones del cargo fueron siendo definidas sobre la marcha.  En la época en que el monarca tenía toda la autoridad, el Primer Ministro era su consejero de mayor confianza.  De allí que la famosa casa de 10 Downing Street sea la residencia del Primer Lord del Tesoro, cargo que han ostentado casi todos los primeros ministros desde antes que este cargo existiera, pues ese era el título oficial del que entonces, hace 300 años, era el principal consejero del Rey.

El Jefe de Estado representa a la nación.  Normalmente las leyes se promulgan con su firma y en su nombre, pues es él/ella quien representa al estado.  Puede o no tener poder de veto o de forzar una nueva revisión de la ley por el Parlamento y de disolver el Gobierno y/o el Parlamento.  En el primer caso, si el sistema es parlamentario, queda en manos del Parlamento designar un nuevo Jefe de Gobierno.  De no ser así, se convocan elecciones generales. En cualquier caso, una forma de cambiar el gobierno mejor que un golpe de estado.

El Jefe de Estado suele presidir las ceremonias del estado como fiestas nacionales y otros actos como inauguraciones, aniversarios o funerales.  Habitualmente representa al país en el exterior y es quien recibe a los embajadores y otros dignatarios extranjeros. Habitualmente puede conceder amnistía.

Es conveniente que el Jefe de Estado permanezca en el cargo durante largos períodos y que no sea reelegible. En el caso de las monarquías es vitalicio, el término del Presidente de Italia es de 7 años, el de Francia fue reducido de 7 a 5 años hace una década, un grave error.  Es deseable que el Jefe de Estado esté alejado del proceso electoral.  Lo mejor es que el Jefe de Estado sea una persona respetada, un Nelson Mandela o, salvando las distancias, un Felipe González, un Helmut Kohl o un Lula da Silva; quizás un periodista, un editorialista de la acción de gobierno, un Sergio Villarruel o un Iñaki Gabilondo.

Debe ser elegido por sus convicciones y su mayor poder debe estar en la expresión de esas convicciones y no de las medias verdades y mentiras no tan piadosas de la competencia electoral. Debe poder dar un discurso en un acto público que no esté marcado por la campaña electoral. Debe pregonar con su ejemplo.

Por eso pienso que José Mujica debería ser Jefe de Estado, que su voz y sus ideales marquen el rumbo, pero que la función de Jefe de Gobierno recaiga en otra persona. Creo que esta separación de funciones sería beneficiosa en la mayoría de los países donde no es así.  Un factor de estabilidad.  Una despolitización de la jefatura de la nación.