¡Qué familia! Quizás no sea para darse muchos aires pero una de las más afamadas familias del renacimiento italiano era, en realidad, valenciana. Tanto Alfonso de Borja, el papa Calixto III, como su sobrino Rodrigo de Borja, el papa Alejandro VI, eran valencianos de nacimiento.

De entre sus hijos, César y Lucrecia son los más conocidos, el primero el modelo de El Príncipe de Maquiavello, fue cardenal de muy joven, sin pasar por el escalafón, pero cuando se aburrió se hizo guerrero y tuvo el título de Duque de Gandia, esta última una población cercana a Valencia, un ‘obsequio’ de Fernando (Ferrán II de Aragón), por lo cual a Isabel y Fernando se los conoce como Reyes Católicos.

Lucrecia es más conocida por enviudar en circunstancias sospechosas. En realidad, Lucrecia fue prometida en matrimonio muchas más veces que lo que realmente se casó y muchos de estos fallecimientos ocurrieron sin que ella tomara parte. Era el juego de alianzas que su padre el ‘célibe’ Alejandro VI, tejía y destejía (en ocasiones fatalmente) según su conveniencia. En definitiva, Lucrecia no era muy distinta de una larga lista de princesas que fueron negociadas en alianzas dinásticas, salvo por el enorme poder de la dinastía que ella representaba, nada menos que el papado.

La conversión del valenciano Borja al italiano Borgia no es tan caprichosa como parece, sus nombre catalanes eran Alfons de Borja y Roderic de Borja donde la ‘j’ se pronuncia como la de ‘Joan Manuel Serrat’ de allí que fonéticamente el italiano Borgia y el valenciano (catalán) Borja suenen igual.

Los nombres en su original catalán también delatan un origen más germánico que lo que su versión castellana deja traslucir. Roderic, Ferrán y Joan (Johann) suenan mucho menos castellanos que Rodrigo, Fernando y Juan, lo cual también tiene su historia.