El 2 de junio nos fuimos para Niza en tren. Esta vez, dejamos el coche en casa y nos tomamos el Talgo en la Estación de Francia, dónde más? En realidad, esto de que los trenes a Francia salgan de la Estación de Francia es relativamente nuevo, a raíz de las obras del tren de alta velocidad, el AVE y las obras que están haciendo en la Estación de Sants, varios servicios ahora están en la de Francia, que es la más antigua de las estaciones (el primer tren de España unió esta estación con Mataró), pero que se quedó un poco aislada del resto de la red de transportes de la ciudad y por eso se fue quedando con menos servicios.

El tren Talgo que tomamos también es parte de la historia, ya debería estar fuera de servicio. España tiene un ancho de vía distinto al del resto de Europa. La empresa Talgo desarrolló unos coches de pasajeros que disponen de un mecanismo para cambiar la distancia entre las ruedas y así pasar de España a Francia sin obligar a los pasajeros a trasbordar a otro tren. Claro que como España está convirtiendo sus ferrocarriles al ancho de vía estándar, estos coches ya no se están fabricando y siguen en servicio coches de hace 30 años o más, como el que nos tocó a nosotros.

Originalmente, Talgo había construido locomotoras que también podían cambiar de trocha, pero eran ejemplares únicos, muy caros y difíciles de mantener. Actualmente, usan locomotoras corrientes, lo cual hace que deban cambiar en la frontera. El tren llega a la última estación en España, en Portbou y allí la locomotora española se separa mientras desde atrás llega una locomotora Diesel de maniobras que en lugar de tirar ahora empuja el tren hacia el cobertizo que protege al mecanismo que le cambia la trocha a los coches. Del otro lado del cobertizo, una locomotora francesa está a la espera. Cuando el tren llega hasta ella se engancha, la Diesel se suelta y el tren sigue camino ahora con la nueva locomotora.

Si bien anuncian el cambio de trocha por los altavoces, la gente no se entera de lo que ocurre, simplemente nota que está circulando a velocidad muy baja y algunos sacudones cuando se engancha una u otra máquina.

Con este tren llegamos hasta Montpellier, último destino del servicio de Renfe, los ferrocarriles españoles, y allí tomamos un tren regular de la red francesa, la SNCF. Aunque los vagones no parecían nada sofisticados, la verdad es que el equipamiento interior estaba muy buen. Butacas muy cómodas. Para reclinarse, en lugar de que el respaldo se vaya para atrás, lo que hace es mover el asiento hacia adelante, junto con la parte baja del respaldo. Esto hace que al reclinarse no se le robe espacio al pasajero de atrás. La mesa plegable, entonces, queda fija y es muy sólida y bastante amplia. Además, cada asiento tiene su tomacorrientes, de tal manera que se puede enchufar una computadora portable. Adicionalmente, cada lugar tiene su revistero, una pequeña repisa sobre la mesa como para poner lápices, un hueco para un vaso, una papelera y luz individual de lectura. La verdad, muy cómodo y muy práctico incluso para un viajero de negocios que tiene que así puede aprovechar para trabajar mientras viaja. En primera clase, además, hay 3 asientos en cada fila, una butaca simple de un lado, una doble del otro, de tal manera que acomoda tanto a viajeros sólos como parejas, y también tiene algunos asientos enfrentados, muy prácticos cuando se trata de familias.

Otro vagón disponía de compartimientos con 6 asientos enfrentados tres y tres e incluso un sector para estar de pie y pasear. Este último, no sé para qué, se me ocurre que quedó como lugar de fumar de cuando aún se podía, cosa que ahora ya no, así que siempre lo vi vacío.

El viaje fue muy interesante por los distintos paisajes que vimos. Los alrededores de Barcelona nos resultan ya familiares, pero luego comenzó a remontar para cruzar los Pirineos, pasando por valles profundos y altísimos barrancos sobre el Mediterráneo.

Un túnel cruza la frontera y del lado de Francia, en Cerbere, una placa recuerda los más de cien mil españoles que lo cruzaron a principios de 1939 ante la caída de Barcelona en manos de las tropas franquistas.

Del lado francés, abundan las viñas y se nota la mayor humedad del terreno, mucho más verde que del lado español. En pocos kilómetros el tren llega nuevamente al nivel del mar y comienza una zona de bañados y marismas, enormes lagunas de agua salada. En muchas de ellas se ven redes de pesca, en otras, se cierran grandes superficies con diques de tierra, para que el sol vaya evaporando el agua y en el fondo va quedando la sal. La vía corría elevada en un terraplén por en medio de algunas de estas lagunas que son de muy poca profundidad.

Teníamos excelentes asientos, del lado del mar, mirando hacia adelante. Tuvimos suerte, al menos eso creímos, hasta que llegamos a Marsella, allí, como la estación es una terminal, el tren entró de punta y salió para atrás, con lo cual la otra mitad del viaje la hicimos de espaldas y del lado de tierra firme. De todas maneras, los vagones tienen ventanas amplísimas, así que pudimos disfrutar del paisaje bastante bien, y la verdad es que el paisaje es muy pero muy lindo.