Este fin de semana estuvo realmente interesante. La cosa vino bien desde mediados de semana, cuando fui por Barcelona y me la traje a la Roxy de allá. Teníamos pendiente un viaje de negocios, así que fui con la camioneta y nuestro comercial y nos volvimos con la Roxy después de unas reuniones de negocios allí y en Zaragoza, a medio camino.

En el viaje de ida fue todo lluvia y por momentos tanta niebla que había que reducir la velocidad (no por culpa de la autopista que era excelente en cualquier circunstancia). A la vuelta, con las nubes altas y/o sol llegamos a ver que habíamos pasado por una granja de molinos de viento para generación de electricidad. Eran como un centenar en la parte alta de una meseta grande, hasta donde alcanzaba la vista, tremendos aparatos de como 10 pisos de altura y aspas que parecen llegar hasta el piso, que a la ida ni habíamos visto por la niebla.

El sábado aprovechamos para ir al puerto de Navacerrada (aquí puertos le dicen a los pasos de montaña) donde, en estos días, con el cielo despejado, desde aquí mismo en Tres Cantos vemos la nieve. Navacerrada es uno de los centros de ski que hay en la sierra de Guadarrama, al norte de Madrid y los fines de semana se llena de madrileños que van a esquiar. Nosotros, más modestos, fuimos a mirar nomás y a tirarnos un poco de nieve..

De camino, en cuanto llegamos a donde había nieve, paramos en un ensanche de la banquina donde había una fuente con agua surgente. Mucha gente paraba y se bajaba con sus bidones y botellas vacías para llenarla en la fuente. Llegamos arriba cerca del mediodía y parecía haber mucha gente. Como vi un cartel que decía Segovia 30km, se me ocurrió bajar y comer allí.
Llegamos a la ciudad por la entrada que pasa por el acueducto romano, que hasta hace unos años seguía en uso. El agua, que venía de la misma sierra de dónde acabábamos de bajar, originalmente venía por una canaleta abierta, pero en los últimos años habían puesto un caño para poder mandar el agua a presión y lograr más caudal (la ciudad creció un poquito desde la época de los Romanos) sin que se desbordara.

Después de dar unas vueltas, encontramos estacionamiento y resultó ser a la vuelta de la plaza mayor, sin que nosotros lo supiéramos. Fuimos a buscar donde comer (a esa hora, todo lleno) y luego fuimos a buscar la casa de Antonio Machado que había estado cerrada la última vez que estuvimos por aquí y la encontramos, cerrada nuevamente. Abría a las 16:30 pero a esa hora se nos iba a hacer tarde para regresar, así que nos volvimos a Navacerrada y ahí si estacionamos, fuimos a andar un poco por la nieve, admirar o reírnos de los esquiadores, según correspondiera y tirarnos algo de nieve.

A la vuelta, llegando a Tres Cantos vimos que ya comenzaba el desfile de carnaval, del cual nos habíamos casi olvidado. Había concurso de disfraces en varias categorías, individuales y grupos y por edad. Por supuesto, todo hecho acorde al tamaño de una ciudad que no es muy grande, o sea, carnaval de pueblo que en Madrid, me imagino, debe ser mucho más vistoso. El clima no da para jugar al agua y los disfraces en general bastante pesados por la necesidad de abrigo. Había un grupo de Brasil con una excelente batucada y las “meninas” mostrando cola (tras varias capas de medias transparentes) que seguramente no habrían calificado para mucho en su lugar de origen..

Lo más lindo eran los chicos con sus disfraces. Había cantidad de princesas, Bellas Durmientes y hadas y, por parte de los varones, muchos Hombres Arañas y Harry Potters. Hasta los bebés iban disfrazados en sus cochecitos, con enteritos con manchas de dálmata y orejas u otros animalitos, con la cara pintada o no.

A la noche había baile de disfraces, pero ya habíamos tenido nuestra cuota de excitación en el día y también de frío, así que en esa no nos anotamos.

Al día siguiente, de mañana, salimos a caminar por Tres Cantos. Había sol pero estaba aún frío. Las calles desiertas hasta eso del mediodía, cuando el lugar empezó a cobrar un poco de vida.
Ya a la noche del sábado el servidor de correo electrónico estaba muertito, así que no fue sino hasta ahora que pude recibir y enviar correo (Roxy lo hacía de su cuenta de Hotmail). La verdad que no me acuerdo qué hicimos en la tarde, pero seguro que escribir correos, no.

Al atardecer fuimos, entonces, al Entierro de la Sardina. Estaba bastante ventoso y no estábamos muy seguros de si hacíamos bien. No veíamos mucha gente por la calle, y nadie parecía estar preocupado por ir al lugar anunciado. Tampoco estábamos seguros si todo el asunto no era un eufemismo local para algo más íntimo, por decirlo de alguna forma, y nosotros éramos de los pocos giles que íbamos a “ver” el entierro en lugar de enterrarla en la calidez del hogar.

El caso es que ya llegando al lugar de la cita se escuchaba música y llegamos para ver la carroza fúnebre tirada por dos caballos negros (en serio, una carroza carroza, negra y toda fileteada en oro con caballos y cochero con galera), seguida por la banda entonando sones fúnebres, vestidos los músicos con capas negras y cuello y sombrero rojo, seguidos por los “deudos” vestidos de negro, las mujeres con sombreros y tules cubriéndoles las caras y dentro de la carroza, una tremenda sardinota de como un metro de largo y bien regordeta, hecha en tela de colores, como si dijéramos una sardina de peluche.

Con toda ceremonia, cargaron la sardina sobre los hombros de algunos de los deudos y la trajeron al centro de la plaza donde se había despejado un área para la quema. Los deudos que la seguían empezaron a llorar a los gritos (como las lloronas de otra época) y luego cambiaron el tono de la música y empezaron a bailar. A la cabeza de todo esto estaba la alcaldesa de Tres Cantos y el concejal de festejos, acompañados de mucha gente que, o eran concejales o se habían anotado por divertirse.

Tras un rato de baile, llenaron la sardina de tracas (petardos, pero atados en unos palitos como para clavarlos en la sardina) y le pusieron una mecha larga. A todo esto, los deudos y la banda se alejaron, entraron los bomberos, por si la cosa se iba de mano, y la alcaldesa (no muy segura del honor que le conferían) encendió la mecha y, me imagino, se debe haber rezado unas cuantas mientras sólo ella, el concejal de los festejos y los bomberos quedaban dentro del vallado. Por fin comenzaron las tracas a hacer su escándalo y la sardina desapareció convertida en ceniza..

Luego unas bombas de estruendo llamaron la atención hacia donde iban a comenzar los fuegos artificiales, pues para entonces el sol había caído y el cielo estaba lo bastante oscuro como para apreciarlos. La verdad que estuvo lindo, nuestro primer entierro de la sardina en Tres Cantos..

Aparte, había una parrilla donde se estaban asando sardinas (¡qué otra cosa podía ser!) y una cola larga de gente para comprarse su sardina asada y su vaso de vino (contribución para no sé qué beneficencia).

Según supimos al día siguiente, el Entierro de la Sardina es tradicional, no sólo de Tres Cantos sino que se hace en otros pueblos de los alrededores, (no nos consta fuera de Madrid) usualmente el miércoles, que es el inicio de la cuaresma (aja! ahí me va cerrando un poco la cosa, por eso la sardina). Y lo del entierro no es porque la entierren de verdad, pues en realidad la queman sino que así le dicen a los cortejos.

Esas fueron, pues, las novedades de nuestro fin de semana. Hasta las próximas.